sábado, 5 de marzo de 2016

Isabel- Discurso interno tras perder su honor

En este  fragmento Isabel,(una de las protagonistas principales del "Alcalde de Zalamea" de Calderón de la Barca) nos muestra su indecisión de qué hacer tras haber sido violada. Como ya se ha explicado en la entrada anterior del blog, la honra y el honor en el siglo de oro eran las cosas mas preciadas que un hombre poseía y si su hija era deshonrada el padre también la perdía. De ahí el dilema de Isabel, porque tiene miedo de ir de nuevo a casa y que su padre la mate, pero si marcha a otra parte no tiene dónde ir.
También se arrepiente de no haberle  pedido a su hermano Juan que fuera a matarla.
Isabel decide regresar a casa y cuando llega su padre no  tiene ninguna intención de matarla, lo que hace es ir a suplicar a Don Álvaro (el capitán que la violó )que se case con su hija para así recuperar su honor, pero este rechaza. Así pues, Pedro Crespo ( padre de Isabel) decide juzgarle para obtener venganza. Tan importante era el honor y la honra que Juan trata de matar a Isabel para devolverle la honra a su familia, pero Pedro Crespo lo impide.
Este fragmento es clave para la obra porque en él se ve claramente la importancia del honor y la honra.
(Sale ISABEL, como llorando.)

ISABEL.
¡Nunca amanezca a mis ojos
la luz hermosa del día,
porque a su sombra no tenga 1790
vergüenza yo de mí misma.
¡Oh, tú, de tantas estrellas
primavera fugitiva,
no des lugar a la aurora,
que tu azul campaña pisa, 1795
para que con risa y llanto
borre tu apacible vista,
o ya que ha de ser, que sea
con llanto, mas no con risa!
¡Detente, oh mayor planeta, 1800
más tiempo en la espuma fría
del mar! Deja que una vez
dilate la noche fría
su trémulo imperio; deja
que de tu deidad se diga, 1805
atenta a mis ruegos, que es
voluntaria y no precisa.
¿Para qué quieres salir
a ver en la historia mía
la más enorme maldad, 1810
la más fiera tiranía,
que en vergüenza de los hombres
quiere el cielo que se escriba?
Mas, ay de mí!, que parece
que es fiera tu tiranía; 1815
pues desde que te rogué
que te detuvieses, miran
mis ojos tu faz hermosa
descollarse por encima
de los montes. Ay de mí, 1820
que acosada y perseguida
de tantas penas, de tantas
ansias, de tantas impías
fortunas, contra mi honor
se han conjurado tus iras. 1825
¿Qué he de hacer? ¿Dónde he de ir?
Si a mi casa determinan
volver mis erradas plantas,
será dar nueva mancilla
a un anciano padre mío, 1830
que otro bien, otra alegría
no tuvo, sino mirarse
en la clara luna limpia
de mi honor, que hoy, ¡desdichado!,
tan torpe mancha le eclipsa. 1835
Si dejo, por su respeto
y mi temor afligida,
de volver a casa, dejo
abierto el paso a que digan
que fui cómplice en mi infamia; 1840
y ciega e inadvertida
vengo a hacer de la inocencia
acreedora a la malicia.
¡Qué mal hice, qué mal hice
de escaparme fugitiva 1845
de mi hermano! ¿No valiera
más que su cólera altiva
me diera la muerte, cuando
llegó a ver la suerte mía?
Llamarle quiero, que vuelva 1850
con saña más vengativa
y me dé muerte; confusas
voces el eco repita,
diciendo

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