LA HONRA Y EL HONOR -Siglo de Oro
En una sociedad estamental como la sociedad barroca española, todo lo que un hombre era dependía de lo que era en sociedad: su identidad -individual y social, que eran casi lo mismo- dependía de su pertenencia y aceptación en un determinado grupo social, el cual le asignaba los roles que debía desempeñar y le dictaba las estrictas normas de comportamiento.
Aunque esto sucedía en todos los niveles de la jerarquía social, en los estratos más altos el sentido de pertenencia al grupo y la necesidad de una plena aceptación por parte de todos sus miembros, adquirió matices muy particulares y se desarrolló con mayor fuerza debido a que en esas esferas se sustentaba el poder y, por lo tanto, la razón y el origen del sistema establecido. Así, la cuestión del honor -con todas sus implicaciones para la vida cotidiana- determinó el comportamiento de la nobleza y no el de los otros estamentos.
El noble está en la obligación de observar al comportarse toda una serie de deberes propios de su condición; asimismo, los otros individuos están obligados a reconocérselos como propios, y él a poseer la fortaleza -tanto física como moral- necesaria para exigirle a los demás ese reconocimiento.
El individuo que participa del honor se encuentra integrado y es aceptado por la sociedad en la que vive: el honor funciona entonces como un elemento integrador en el sistema social que comienza su función en el núcleo de la familia y se extiende hacia los diversos ámbitos en que se articula la sociedad; por esta razón, el honor conyugal posee un carácter fundamental y básico.
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